Cuando éramos niños, nuestros padres nos decían que decir la verdad es bueno, mientras que decir una mentira es malo. Pero ahora que somos mayores, vemos que la gente buena miente y, a veces, nos sentimos incómodos al decir la verdad cuando nuestra brújula moral está dirigiendo nuestros corazones a decir una mentira.
Hay dos factores principales que consideramos al elegir entre decir una mentira y la verdad: el pensamiento detrás y el impacto de contar la información que elegimos dar. Si alguien elige decir una mentira, esa mentira puede caer en una de dos categorías: las que son altruistas y bien intencionadas se consideran morales, mientras que las que son egoístas o sin sentido se consideran inmoral.
Los casos en los que mentir se consideró moral o inmoral se identificaron científicamente en un estudio realizado por los psicólogos Levine y Schweitzer, donde cientos de sujetos fueron colocados en escenarios que involucraban engaño, y cada sujeto fue analizado para determinar si juzgaban formas particulares de mentir como buenas o malas. malo. Con base en los resultados del estudio, ambos psicólogos concluyeron que mentir está justificado cuando ayuda a alguien a evitar una mala situación.
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Algunos escenarios en los que mentir puede ser algo bueno incluyen:
- cuando la vida de alguien puede estar en peligro
- cuando el dolor o el sufrimiento se pueden retrasar
- cuando se puede prevenir el daño
- cuando la seguridad está en juego
- cuando las situaciones sociales parecen difíciles o incómodas
Aunque no todas las mentiras son egoístas e incorrectas, es crucial pensar cuándo es apropiado mentir. Además, no hay necesidad de sentirse culpable por las mentiras morales que pronunciamos, ya que ese sentimiento muy probablemente nos impedirá pensar racionalmente sobre nuestros objetivos e intenciones benévolos.